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miércoles, 18 de enero de 2012

Sigue sin dejarme dormir / One Shot




Título: Sigue sin dejarme dormir
Autora: Jeannelok
Grupo: Mblaq
Género: Erótico
Pareja: JoonXChica
Rating: +18
Comentarios: Bueno...U////Ú La primera parte de este fic fue mi primer intento de relato medianamente erótico, y como gustó pues le hice una segunda y aproveché para cerrarlo mejor. Os aseguro que paso muchísima vergüenza escribiendo estas cosas, y que realmente no tengo mucha imaginación para ello así que lo siento si parece repetitivo o algo...
Gracias a mis chingus por apoyarme con ello (y a Noonatica por darle título :-p).
Espero que lo disfrutéis~~ (por cierto, lo único que se sabe de la protagonista es que es Española -sorry, pero podéis cambiarlo a vuestro placer si queréis >_<- y que es fan de Mblaq...vamos, que la idea es que os podáis imaginar como protagonistas si queréis.
Sigue sin dejarme dormir


Parte A


¿Bello? Lo era, mucho. Hermoso. Esculpido por la mano de aquellos que creaban deliciosas obras como las estatuas griegas. Cada músculo, cada pliegue de la piel, todo perfectamente colocado. Estaba cansada –no en realidad, jamás podría cansarme de ello- de ver cada línea de su piel a través de la pantalla. Cuando se vestía con aquellas camisetas reveladoras, sin mangas, que marcaban sus fuertes y bien formados brazos. Eran grandes a ambos lados de la espalda, dos hombros redondeados que caían hacia abajo dos extremidades por las cuales me había imagino miles de veces rodeada.

Quién iba a decirle a mi yo sentada delante de una pantalla, admirándolo y comentando cada rasgo con mis amigas, que tal deseo podría cumplirse.

Sus cabellos, ligeramente largos y de un color castaña me hacían cosquilla en la barbilla mientras delineaba el surco de mi cuello con la lengua.

Había llegado a Corea hacía una semana, y llevaba cada día yendo a atender todas las actividades que los muchachos tenían, y sobre todo las que él hacía en solitario. Ver la ciudad debería haber sido mi objetivo, sin embargo lo sabía. Que querría aprovechar cada instante en el que posara los pies en el lugar para apreciar cara poro de su piel, porque ardía en deseos de respirar el mismo aire que él y tenerlo cerca, lo más cerca posible. No podía desperdiciar ningún momento.

Joon era una obsesión. No un chico, ni un ídolo. Era mi obsesión, objeto de mis deseos, ilustrador y a la vez modelo de las imágenes más eróticas de mi mente, distracción de la vida cotidiana.

Sabía que era una locura, y no me importaba. Incluso a mis amigas, con las que compartía horas de vicio, con las que me deshacía hablando de él, de ellos, de lo que podían provocarme, me ahorré de contarles hasta qué punto llegaba mi frustración para con él.

Cuando le vi por primera vez en persona, anhelé robarle un beso. Sus labios estaban allí, sobre mi cabeza, en el escenario. Recibía los codazos de crías coreanas golpeándome en los costados, sin darse cuenta, por pura emoción de los saltos. Inocentes y puras, simplemente querían darle calor, decirle que estaban ahí por él “mírame, oppa” “te quiero, oppa”. Chillidos inconexos que simplemente querían llamar su atención. Y allí estaba yo, plantada totalmente recta como un palo, sin poder apartar mi mirada cargada de deseo de encima de él.

Quería recibir su sudor, verle en primera fila quitarse la camiseta, yo…

De repente, entre canciones, bailes, labios acariciados sensualmente con la mano, dedicó una sonrisa al público. No me importó hacia donde iba dirigida, pero mi corazón se detuvo.

¿Podía ser un simple, sencillo, automático y mundano gesto tan poderoso?

-¡¡Te quiero!!-en Español, alto y claro. Recuerdo haberle gritado alguna cosa más, las mozas a mi lado se reían graciosamente, sin embargo no podía hacerles caso. Estaba centrada, totalmente centrada en él, en sus labios, sus apetitosos labios hechos para ser devorados, devorados por mí.

Se marchaba hacia otro lado, se movía, pero le vi, pude verle. Una disimulada mirada hacia donde yo estaba. Nuestras miradas se encontraron. No eran gilipolleces mías construidas a causa de la necesidad de ser notada.

Me había visto, y siguió haciéndolo durante una semana. Mi mano se alzaba con las otras y él la veía, seguía el recorrido de mi brazo y llegaba hasta mis ojos, y los recordaba. Le había observado tan minuciosamente, que el ligerísimo temblor, la sonrisa escondida, los ojos brillantes, no eran aspectos que se me pudieran escapar.

A veces me odiaba por mi obsesión. Tenía una vida, una vida en España.

Pero en cuanto pisé Corea, me olvidé. No sabía si tenía novio, estaba casada, vivía en mi propia casa o con mis padres, si tenía hermanos, hermanas, hijos, hijas, primos, primas. No me importaba absolutamente nada. Estaba viviendo un amor platónico adolescente en mi adultez totalmente hermoso y cargado de lujuria.

Y gracias a mi atenta observación me había dado cuenta de que no tenía por qué quedarse en un sueño nunca cumplido.

Él finamente, me buscaba. Se mordía los labios.

Sabía que buscábamos lo mismo.

Sus labios se aplastaron contra los míos con ansiedad. Entrelazó sus dedos con los míos, delicadamente y después con fuerza, apretando también con la boca, queriendo tocar lo más profundo de mí con sus labios. Recorría la cavidad con avidez. Nuestra saliva se entremezclaba y yo quería más, recibir cualquier cosa de él.

Había sido un amigo suyo quien nos había logrado juntar finalmente. Nos dejó a solas en un bar. La sala oscura, un lugar apartado con cortinas para intimar. Ya había copas sobre la mesa, me llenó una mientras me sentaba. El uno en frente del otro, pero a tan corta distancia que nuestras rodillas se rozaban. No se apartó. Yo me dejé resbalar disimuladamente hacia delante para frotarla, agarrando la copa ofrecida como si aquel gesto no hubiera sido calculado.

Sabía por qué me había llamado, lo que ambos buscábamos. Me vestí para la ocasión. Lo traje sin saber que realmente me lo terminaría poniendo. Un vestido negro, ajustado, que marcaba cada parte de mí. Un escote terminado en uve que invitaba a asomarse en él por mostrar pero sin hacerlo.

Lo sabía, sus ojos se dirigieron allí. Bebimos, nos terminamos la botella. No hubo palabras: no eran necesarias, y ni siquiera nos hubiéramos entendido.

Necesitaba sentirlo, cuando antes, mejor.

Le miraba, y todavía me parecía una ilusión, una imagen en la pantalla, y cuanto más nos demorábamos allí sentados más me lo parecía.

Iba vestido casualmente. Arrebatador como siempre.

La camiseta blanca, sencilla, de manga corta. Su clavícula marcada, dos líneas que se perdían entre la ropa. El cuello no exageradamente ancho, con una preciosa nuez y cerca de ella la peca que todas habíamos dicho tantas veces querer borrarle a lametazos. Su mandíbula cuadrada, en perfecta sincronía con su cuello. Sobre la camiseta llevaba un chaleco color entre gris y marrón, sencillo, simple. Se cubría la cabeza con una gorra, y me fastidiaba porque así mantenía semiocultas sus facciones con la sombra.

No pude resistirme más. Alargué el brazo, primero tímidamente, con seguridad en cuanto vi que él no se apartaba. Le saqué la gorra. Cuando nuestros ojos se encontraron nuevamente, se relamió los labios.

Me levanté y me tendí hacia él. La copa resbaló sobre la mesa, derramando lo que quedaba en ella y no llegó a caer. Le besé. Sin contemplaciones, pereza, timidez, inocencia. Le besé impregnando mis labios de todo el deseo contenido, y él supo responderme a la perfección.




Se separó de mi boca, y finalmente procedió a desnudarme. No se había dignado ni a dejarme quitarme los zapatos antes de lanzarme sobre la cama y colocarse sobre mí. Se había limitado a restregar su cuerpo contra el mío. La tela de mi vestido era relativamente suave, sin embargo sus tejanos eran ásperos. No era agradable, no me gustaba y él pareció decidir que no, tampoco le parecía placentero.

Bajó hasta mis pies a cuatro gatas, sin apartar la mirada de mí. Me apoyé sobre mis codos para mirar cómo me sacaba el calzado, el suyo ya no lo llevaba, ¿cuándo se lo había quitado?

Agarró el bajo del vestido, que me llegaba por las rodillas, con la boca y levanté el cuerpo ligeramente el suficiente tiempo para dejarle levantármelo y dejarme con las bragas al aire.

No se detuvo en ellas. Quería sacarme la ropa. Noté su pierna pasando sobre la mía, y esta vez el contacto no fue tan insatisfactorio. Su cabeza pasó sobre mis pechos, y finalmente se ayudó de las manos para poder sacarme la pieza de ropa por la cabeza.

Temblé ligeramente ante su escrutinio. Se quedó sobre mí, imperante, observando a su presa. Colocó la mano sobre mis pechos, los amasó bajo sus manos y finalmente levantó el sujetador para dejarlos al aire. Cogió uno de los pezones con su boca y estiró ligeramente. Un dolor placentero que me hizo estremecerme debajo de él. Lo soltó, esta vez abarcó todo lo que pudo del pecho con la boca, como si quisiera tragárselo, mientras con una mano jugaba con el que estaba libre.

No recordaba si ninguno de mis amantes me había producido más placer que él, pero lo dudaba. Quizá porque era un sueño cumpliéndose, haciéndose realidad, y aquello aportaba un toque todavía más sensual y erótico a la pasión que estábamos viviendo.

Se apartó de mí, y me dejó observar su rostro. Lo atrapé entre mis manos, mientras se relamía nuevamente. Labios húmedos deseándome, la nariz perlada de sudor y dos ojos pequeños y rasgados observándome fijamente, atravesándome. Le acaricié las orejas, aquellas orejas que tanta gracia me producían y tanto me gustaban. Me levanté ligeramente, escurriéndome de entre sus piernas y le besé la frente. Mis manos se aferraron a su chaleco y lo retiraron con ansia. Después fue la camiseta, y ahí me detuve, me tomé mi tiempo. Me descubrí poco a poco el abdomen con ligeros pelos, pequeños y poco visibles. Las venas se marcaban hacia arriba y se perdían antes de dar paso al ombligo. Su estómago totalmente bien formado, prácticamente podía ver las líneas que lo dibujaban. Los pezones rosados. Le saqué la camiseta, lanzándola a un lado y sin poder resistirme más lamí su pecho, jugué con la boca sobre él hasta que nuevamente, me dejé caer sobre la almohada.

Él mismo se deshizo de los pantalones y antes de sacarse la ropa interior, me sacó la mía mientras yo terminaba de sacarme el sujetador que había dejado a medias. Cuando se sacó aquellos calzoncillos rojos, dejando al aire un miembro recubierto de cabellos oscuros, sentí que algo se removía en mi bajo vientre y me mandaba señales eléctricas alrededor de todo el cuerpo.

Su tamaño no me pareció excesivamente alarmante, tampoco pequeño. Como cada parte y rincón de él estaba perfectamente hecha para formar parte de Joon. Además, sabía que no estaba en todo su potencial.

Volvió a tenderse sobre mí, a frotar nuestras pieles y sobre todo nuestros sexos. Me mordió los labios, los estiró, los soltó, los lamió. El frotamiento era cada vez más violento, y temblaba, temblaba sin darme cuenta.

Se detuvo. Quise gritarle que no lo hiciera.

Descendió de nuevo sobre mí y se quedó sobre mi miembro. Pude ver su cabeza perdiéndose sobre él y noté cómo introducía su lengua para humedecerlo más de lo que ya estaba. Me arqueé ante el contacto e inmediatamente agarré su cabeza entre mis manos, enredé mis dedos con su cabello y le ayudé, o le molesté, no lo sé. Simplemente lo apreté ligeramente más contra mí. Se acomodó mejor, yo le rodeé el cuello con las piernas y dejé que me llevara hasta el límite.

Nuevamente quise gritar cuando se detuvo, pero sabía que lo hacía porque lo mejor estaba por venir.

No se entretuvo en introducir ni un dedo, porque sabía que yo estaba totalmente preparada y él no podía esperar ni un instante más. Me besó tiernamente y al instante noté cómo se introducía dentro de mí. No sabía si se había puesto preservativo, no obstante en aquel momento no me importó. Me embistió despacio al principio, dejando que me acostumbrara. Seguíamos besándonos. Fue más fuerte y más rápido con cada estocada, mis brazos envolvieron su cuello y mis piernas se adaptaron de nuevo a él, jadeé, jadeé desesperadamente y finalmente grité. Su nombre, grité su nombre con fuerza. El de verdad, el artístico. Él no hablaba, sin embargo yo sabía que disfrutaba, porque parecía incapaz de parar, no podía detenerse, seguía, con más fuerza, con cada embestida la separación entre nuestros cuerpos era cada vez más difusa.

De repente salió de mí, tan deprisa que no me dio tiempo a asimilarlo. Caí exhausta sobre la cama y cuando quise darme cuenta sentí algo rozando mis labios. Instintivamente abrí la boca.

El preservativo no hacía falta. Allí tumbada, con sus piernas a ambos lados de mi cuello y apoyado en la pared, dejé que sobre mi boca y mi piel resbalara el líquido blanco y comencé a proporcionarle placer simplemente con mi boca, mis dientes, mi lengua.

Y seguimos así, recuerdo haberle sentido dentro de mí de nuevo, por la espalda. Él me obligaba a girar la cabeza, me besaba. Le gustaba besarme, otorgándole a todo aquel ambiente una nota más romántica.

Terminamos exhaustos. Las respiraciones acompasadas, los pechos subiendo y bajando con desesperación. Recuerdo que nos echamos a reír de repente y se dejó caer a mi vera, acurrucándose de repente contra mi cuerpo como un niño. Sentía su calor contra mi piel.

Me puse de costado, dándole la espalda para dejar que me abrazara por detrás. Su cabeza quedó acomodada en mi cuello, entre mi cabello. Apretó los brazos a mi alrededor y nuestras piernas se enredaron. Estábamos desnudos y sudados, con las sábanas desparramadas por el suelo, sin embargo no tenía frío.

Por primera vez en toda la noche, pude escuchar su voz contra mi nuca. Su aliento penetró en mí y sentí un nuevo escalofrío. Ya no dijo nada más. Apoyó la mano del brazo que me rodeaba por encima sobre mi pecho y al cabo de poco, supe que se había quedado dormido.

En realidad no sabía qué me había dicho. Como tantas otras cosas, no importaba.

Me dejé llevar por el sueño…tenía ganas de saber qué sería despertarse y ser su rostro lo primero en ver por la mañana.


Parte B


Obviamente, yo no creía que aquello fuera a repetirse. Cuando abrí los ojos por la mañana, aunque mi deseo había sido ver su rostro lo primero, ya no estaba. Se había ido, dejándome allí sola, durmiendo plácidamente.

Deseé odiarlo por ello, sin embargo lo comprendía. No nos habíamos prometido nada, solo queríamos proporcionarnos placer el uno al otro. No buscábamos nada más allá ninguno de los dos, incluso sin entendernos un mudo contrato lo había dejado claro.

Me levanté, dispuesta a ducharme, vestirme y marcharme, ¿habría pagado ya el hotel para aquella mañana también? Algo dentro de mí me dijo que seguramente sería así.

Siempre me creí una mujer hecha y derecha, no creí que cumplir un deseo como aquel iba a trastocarme tanto, pero a medida que pasaba los minutos allí dentro me di cuenta de cuán cierto es eso de que cuando se consigue algo, más y más quiere uno.

Había soñado miles de veces ser recorrida por sus manos y su lengua, que conociera cada parte de mi cuerpo y yo conocer el suyo, no solo por imágenes o vídeos. Verlo, sentirlo.

Una vez conseguido… su olor perduraba en cada rincón de aquel cuarto, y la piel me ardía. Sentí un nudo en la garganta, ¿cómo podía quedar tan marcada por un chico con el que ni siquiera podía comunicarme debidamente? Se suponía que una noche salvaje debía quedarse en un agradable recuerdo, no en una pequeña llama convertida en incendio.

El agua no apagó nada, ni se llevó lo que deseaba olvidar. Se quedó todo allí, conmigo, acompañándome, ¿Qué el olor de Joon estaba en el cuarto? No, iba por la calle y todavía podía captarlo.

Quedaban unos cuantos días todavía para regresar a mi país, tenía muchos planes previstos para seguir al grupo, pero todo aquello estuvo pensando antes de que sucediera aquello, ¿qué iba a hacer entonces?

¿Les seguiría e intentaría ir a por algo más?

Comencé a tener miedo. Miedo de que aquella obsesión se volviera todavía algo peor. Se supone que los sueños no deberían alcanzarse porque después, no queda nada, una vez lo consigues, ¿qué haces? En mi caso había llegado a lo más alto, y ahora quería llegar más allá…pero sabía que era imposible, entonces, ¿qué iba a ser de mí?

Quise decirme que me repondría. Total, volvería a España y allí ya podría olvidarme de todo lo vivido en Corea del Sur, porque recuperaría aquella vida que quise dejar atrás para disfrutar al más puro estilo de fanática.

Me detuve en medio de la calle y observé mi reflejo en un cristal. Tenía el cabello goteándome. Iba a resfriarme. Mejor regresaba a mi hotel y…

Pero… ¿dónde narices estaba?

Me puse de cuclillas en el suelo, enterrando la cabeza entre las manos. Comenzaba a dolerme desmesuradamente, y todo porque no sabía qué hacer. Estaba perdida y desolada, ¿por qué él tenía que haberse marchado, dejándome en aquel estado?

Lo mejor hubiera sido haber continuar con el deseo, pero nunca haber llegado a cumplirlo.




Logré finalmente regresar a mi hotel. Lo primero que vi fue la hoja donde tenía apuntado cada uno de los lugares donde podía ir a ver al grupo, esos sitios donde de nuevo podría cruzarme con los ojos de él, y esta vez estaría segura de que él me reconocía.

Quizá si…lograba verle de nuevo… ¿podría aclarar mi cabeza?

No tenía nada que perder, o me hundía más en mi propio dolor o podía regresar a casa con el alma tranquila. Iba a probar suerte…y a ver qué sucedía.

Pero antes de salir, me duché otra vez y me cambié de ropa.

Por suerte cuando llegué fuera del estudio había poca fans. Las miré apenada, preguntándome cuántas de ellas tenían las mismas ganas que había tenido yo de poner sentirme aunque fueran unas horas, cercana a uno de ellos, ¿alguna lo había conseguido también y se sentía igual que yo? ¿O quizá podrían vivirlo alguna vez?

Estuvimos esperando alrededor de dos horas a que los chicos terminaran una grabación en la radio. Cuando salieron, los gritos reclamando amor y dándoles apoyo resonaron por todos lados, sin embargo me sentí incapaz de escucharlos.

Salieron uno por uno, él en medio. No pude ver nada más. Brillaba exageradamente entre los demás y sentí mi cuerpo temblar.

¿Echarme a llorar como una idiota ayudaría a que me mirase? Me daba igual, no iba a probarlo aunque durante una milésima de segundo estuve tentada.

Joon movió la cabeza hacia los lados, saludando con una sonrisa a todo el mundo, alzando los ojos y…, sí, buscándome. Me buscaba. Alcé tímidamente el brazo… me decidí a hacerlo con energía, sacudirlo, chillar, llamarle, reclamar la atención que supe que me merecía.

Él sabía que yo iba a estar allí, porque siempre estaba. Quizá, igual que yo misma, dudó verme allí después de lo pasado. Me pregunté entonces si tenía ganas de verme o quizá, todo lo contrario.

De nuevo el miedo acudió a mí. Quería dejar en él un agradable recuerdo, no el de una pesada y que se arrepintiera de lo sucedido. Al menos quería dejarle algo bueno.

Bajé la mano rápidamente, demasiado tarde. Él se había percatado de mi presencia, sin embargo bajé la cabeza tímidamente y me dispuse a alejarme de allí, como si nunca hubiera existido, dándome cuenta de que nuevamente, me había equivocado en mi decisión.




Deambulé por las calles, preguntándome qué hacer entonces. Lo normal hubiera sido irse a ver edificios, monumentos, visitar museos…era lo que solía hacer la gente cuando visitaba otros países, ¿no? Lo que yo había descartado desde el principio, porque era otra clase de viaje lo que había preferido hacer.

Me lo tenía merecido, por estúpida e infantil.

Me metí en una cafetería. No había comido nada en todo el día y mi estómago rugía reclamando algo con lo que saciarse, así que pedí un sándwiches y un café bien cargado (benditas las fotografías de la carta que me facilitaron la faena). Mi garganta parecía estar rebelde, pero la forcé a acatar órdenes. Estuve allí sentada una hora larga, con la vista clava en el infinito e intentando aclarar las ideas, cuando una figura en el exterior, apoyada en una farola de la calle de enfrente llamó mi atención.

No podía ser… ¿verdad que no? Debía ser cosa de mi imaginación, pero hubiera jurado que aquella figurada llevaba allí desde que yo había entrado en la cafetería.

Me terminé rápidamente todo y fui a pagar, saliendo escopeteada del lugar. Caminé aceleradamente, pero sin parecer que me había dado cuenta de que me seguía.

¿Quién sería, y qué querría de mí?

Comencé a caminar sin rumbo, metiéndome en calles desconocidas. Las horas pasaban y allí estaba yo, de nuevo perdida en Seúl.

Mi mente se planteó todas las opciones. Podía ser un pervertido interesado en una occidental, al cual pondría en su lugar con un par de hostias, o peor y por lo cual lo evitaba…un periodista que se había enterado de mi aventura de una noche con Joon y quería interrogarme para dejar mal al chico.

A pesar de todo lo sucedido, no iba a dejar que su buen nombre quedase sucio y menos por mi culpa. Que yo fuera una idiota no me daba el derecho a hacerle sufrir.

El día fue pasando, la figura no parecía cansada de seguirme. Hice ver que iba a mirarme ropa e incluso me compré algunas cosas, intentando cansarlo. Me metí en el metro y salí a parar a un barrio desconocido, y él seguía allí. Pude notar su intención en algún momento dado de acercárseme, sin embargo parecía arrepentirse al momento y dejarlo estar.

Cuando la noche finalmente se apoderó de día, me di cuenta de que al menos aquel desconocido me había ayudado a deshacerme de mi malestar durante aquella tarde… pervertido o periodista, al final tendría que darle las gracias y todo.

Iba tan distraída pensando en aquello, que repentinamente terminé en un callejón desconocido y oscuro, cual película de suspense.

-Idiota del todo.-me dije a mí misma. Suspiré, dándome la vuelta y esperando que el desconocido no se hubiera percatado de que me había metido en un sitio así, porque si no se me acercaba entonces, sí que no sabía por qué narices me estaba persiguiendo.

Desgraciadamente, al darme la vuelta tuve que contener un grito por prácticamente chocarme con su cuerpo. Di un paso hacia atrás, dándome cuenta de algo.

Ese olor se me hacía conocido.

No podía ser… ¿qué hacía él siguiéndome? ¿Por qué no se había dado a descubrir?

-Joon.- fue lo único que acerté a decir. Él se sacó la sudadera y el tapabocas que estaba usando para no ser descubierto por las fans. Asintió con la cabeza y sentí las piernas temblarme. Me dijo algo en coreano y negué con la cabeza y me encogí de hombros ligeramente. Intentó con un pobre inglés, que al menos entendí un poco mejor: preocupado, hablar, no poder destaparse mucha gente.

O sea, que estaba preocupado por mí y por eso me había seguido, pero que no sabía cómo acercarse a mí y decirme quién era porque había demasiada gente y podían reconocerle. Al menos eso supuse que intentaba transmitirme.

Dudé entre abofetearlo o abrazarlo. Lo único que acerté a hacer fue dejar caer las bolsas en el suelo.

-¿Y ahora qué, si puede saberse?-pregunté en español. Él me sonrió tímidamente, notando mi enfado aunque sin entender mi pregunta retórica. Le dije en un inglés igual de pobre que el suyo que qué quería que hiciéramos llegados a ese punto.

Su respuesta fue taparse de nuevo, agarrar las bolsas del suelo, mi mano y arrastrarme tras de sí. Me dejé llevar, no apretaba y sin embargo el simple contacto de su piel contra la mía me hizo no ser capaz de resistirme.

Pidió un taxi y nos metimos dentro, terminando en un edificio que no reconocí en aquel momento. Me hizo entrar rápidamente y cuando quise darme cuenta, estábamos en una sala igual que las que usaban para practicar los bailes.

Me dijo que ese era un lugar seguro a esas horas.

Estábamos en su agencia.

Cerró la puerta con llave y me indicó que podía sentarme, así que el frío suelo nos recibió a los dos. Me quité la chaqueta, acalorada, igual que él se deshizo de la sudadera y de nuevo, del gorro y el tapabocas.

Dudé que traerme allí le trajera problemas porque únicamente nos habíamos cruzado con un guardia.

Alargó el brazo hacia mi cara y me acarició la mejilla. Intenté no mirarle el rostro, pero no pude resistirme. Ahí estaba su arrebatadora sonrisa.

-No me hagas esto…-supliqué. Él, obviamente, no pudo entenderme. Aparté su mano y planeé ponerme en pie, pero cuando estaba dándole la espalda para coger las bolsas me agarró de la muñeca y me lanzó sobre él, abrazándome por la espalda y rodeándome con sus piernas.

Enseguida noté su entrepierna contra la parte baja de mi espalda y cada parte de mí se incendió de nuevo.

-No, no, no, Joon, por favor…-dije en un intento de coreano. Él apretó más fuerte, hundió la cabeza en mi cuello y respiró sobre él, comenzando a cantarme suavemente.

Su voz era tierna, dulce. En aquellos momentos, era sobre todo asesina, porque estaba terminando con cualquier atisbo de mi cordura.

Dejó de cantar, y me pidió que no me fuera, apretándome más fuerte. Quise gritarle, llorarle, pedirle que parara. Si una noche de placer se había convertido en una pesadilla a la mañana siguiente, ¿en qué podía convertirse una segunda?

Entonces, comenzó a hablarme nuevamente en ese idioma que no dominábamos pero que era lo único que teníamos para comunicarnos…verbalmente.

“Siento haberme ido, estaba confundido. Pensaba en ti. Cuando te he visto… sé que está mal. Solo una vez más.”

¿Solo una vez más…qué?

“Te dejaré marchar. Pero necesito. Me gustas. Me gustó. Más de lo pensado. Ninguna otra.”

Maldito fuera, porque a medida que hablaba comenzó a besarme el cuello y me derretí entre sus brazos. Le ayudé a voltearme, quedamos enredados el uno con el otro, sentada sobre él.

Comenzó a deshacerse de mi camisa, desabrochando y besando cada parte de mi piel que quedaba al descubierto. Pronto me la sacó y la lanzó a parte. Un rincón de mi mente se preguntó si no tendrían cámaras de vigilancia allí puestas, pero me di cuenta de que entonces él no me habría llevado. Ya no quedaban más temores en mi cabeza que me permitieran querer deshacerme de aquel placer de nuevo.

¿Cuánto llegaría a arrepentirme unas horas más tarde?

Me tumbó sobre el frío suelo, que me estremeció ante el contacto de mi piel ardiendo. Se deshizo del sujetador, y jugó como quiso con mis pechos, besándome uno y acariciando el otro, volviendo a mi boca y tentando con la mano el botón de mi pantalón.

Volteé la cabeza hacia un lado cuando su boca recorrió de nuevo mi vientre, provocándome un agradable cosquilleo. Entonces, al abrir los ojos, nos vi. Los espejos que utilizaban para mirarse al practicar los bailes me devolvieron nuestra imagen, fundiéndonos el uno con el otro en aquella oscuridad alumbrada ligeramente por rayos de luna.

Alargué el brazo. Lo que estaba viviendo quedaría grabado en el recuerdo de aquellos espejos.

Joon me dio la vuelta esta vez, poniéndome de rodillas. Arqueándose sobre mí, me besó el cuello dulcemente y bajó por la espalda. Podía verle a través del espejo, deleitándome con su rostro disfrutando de mí: una de las imágenes más hermosas que nunca podría ver.

Cuando terminó, introdujo su mano por dentro de mis pantalones, que simplemente había dejado abiertos. Sin sacármelos, comenzó a jugar con mi miembro a través de la ropa interior, acariciándolo, incitándome. Me mordí un labio, obligándome a aguantar lo más posible para hacerle desesperar. Pero sus dedos sabían cómo acariciar, y el solo pensar en su rostrote producía el suficiente placer como para dejarme llevar.

Pude verle sonreír al conseguir su propósito. Sacó las manos, y esta vez sí que se deshizo de mis pantalones, colocándome de nuevo de espaldas al suelo.

Le dejé hacer lo que quiso, porque estaba entretenida en grabar cada parte de él en mi mente. Era como un niño, disfrutando como si no hubiera nada mejor en el mundo, y me sentí bien de ser yo quien le provocase sentirse así.

Le reclamé que me sacara también los zapatos, era incómodo quedarme solo con ellos y las bragas puestas. Se echó a reír mientras me los quitaba. Su risa era otra cosa digna de recordar.

Me encorvé entonces hacia él, agarré su rostro entre mis manos y lo obligué a tumbarse sobre mí sin dejar de besarlo. Me gustaban mucho sus labios y su lengua. Lo besé con avidez, teniéndolo sobre mi cuerpo desnudo. El tacto del pantalón me hería ligeramente sobre la piel y su peso sobre los pechos, pero no quería que se separase de mí. Necesitaba, de verdad, seguir besándolo.

Pero aquello acabó porque teníamos que respirar, y mis manos se movieron para sacarle la camiseta, y después también los pantalones.

Mi interior estaba preparado y esperándolo desde hacía rato, y al parecer su cuerpo también iba a explotar de un momento al otro.

Alargué la mano y señalé mi bolso, el cual, totalmente confuso, fue a buscar. No quería arriesgarme por segunda vez. Cuando me lo trajo y extraje de él un preservativo se echó a reír nuevamente.

Se sacó la ropa interior y se sentó a lo indio, mostrándome que su miembro estaba totalmente preparado para que lo revistiera con la armadura como seguro. Se estaba recreando. La primera vez hicimos el amor, pero aquella segunda estábamos divirtiéndonos.

Se lo puse lentamente, noté que se ponía tenso y sus manos quisieron agarrarse, inútilmente, a algo en el suelo. Cuando terminé, él jadeaba.

Ambos estábamos listos. Me puse en pie y él se deshizo de la única prenda que me quedaba puesta, sentándome sobre él. Lo abracé con las piernas y los brazos, mientras me mecía suavemente sobre él y su cara quedaba apoyada contra mis pechos.

La velocidad aumentó y los rugidos escaparon tanto de su boca, como de la mía. Lo besé de nuevo locamente, y él me devolvió los besos.

Me gustaba, me gustaba endemoniadamente aquella sensación, disfrutaba sintiéndolo dentro de mí no quería que aquel segundo sueño terminase nunca. No quería alejarme de Joon, del que estaba descubriendo, del niño hombre que me convertía en mujer y me deshacía todos los esquemas con sus sonrisas, su cuerpo, sus besos.

Arañé su espalda y él aumentó la fuerza de los golpes.

En algún momento dado terminé de nuevo tumbada sobre frío suelo, pegándome a él a causa del sudor y arrastrándome ligeramente con cada embestida.

Mi cuerpo comenzaba a romperse. No creía poder aguantar eso mucho rato más, y finalmente con un último gemido él pareció estar terminado también. Salió de dentro de mí y se tumbó a mi lado, pasándome el brazo por encima.

Sentí su aliento golpeándome la oreja, pero mantuve la vista en el techo.

Minutos después, cuando finalmente retomó el aliento, comenzó a cantarme allí tumbados nuevamente. No pude evitarlo, fue más fuerte que yo, la sensación de placer y felicidad entremezclada con el vacío que iba a sentir fueron demasiado para mí y comencé a llorar silenciosamente, acunada por su dulce voz.




Cuando desperté, todavía era de noche y él seguía a mi lado, observándome. Esta vez sí le miré, con los ojos entrecerrados y seguramente un poco hinchados, le sonreí y él me besó. Nos levantamos perezosamente y nos vestimos. Él se fue un momento al baño y se deshizo del preservativo, seguramente con el suficiente cuidado para que nadie pudiera verlo a simple vista.

Pidió un taxi, me preguntó por mi hotel y me llevó hasta allí. Durante todo el trayecto mantuvo mi mano cogida, pero no volvimos a mirarnos hasta que el vehículo se detuvo. Antes de salir, me acercó hasta él y bajando el tapa bocas me besó nuevamente, más dulcemente que ninguna de las otras veces. Me separé de él, grabando nuevamente sus ojos en mi retina para no olvidarlo jamás.

Pude escuchar su voz despidiéndose de mí cuando finalmente el beso se acabó.

Después de aquello subí corriendo hasta el cuarto de mi hotel, lancé las cosas a un lado y resbalé contra la puerta, llorando como si no hubiera mañana.

Ni en coreano, ni en inglés. Un poco inseguro, pero lleno de cariño, usó el español para dedicarme una última palabra:

“Gracias.”




Ya ha pasado algún tiempo desde aquello. La rutina sigue siendo rutina, y mi vida en España no ha cambiado. He recuperado lo que siempre tuve, y no dejo de añorar lo que viví en Corea del Sur.

La gente me preguntó qué tal había ido, y lo dejaron de hacer cansados de mis evasivas y palabras vacías.

Es por la noche cuando más vívido es el dolor. Cuando vuelvo a recordarle, y doy vueltas en la cama, deseando sentirle de nuevo, añorándole como si hubiéramos sido amantes toda una vida. Algunas veces vuelvo a llorar en silencio, y otras simplemente me quedo mirando el techo y rememorando cada parte de él.

Me costó un poco atreverme a ver de nuevo vídeos e imágenes de él. Es doloroso saber que le he tenido y perdido.

Y una frase cruza mi mente, porque me gustaría pedírsela, pero a la vez le maldigo por ello, porque me gustaría que lo hiciera si lo tuviera conmigo, mas así separados quiero pedirle que deje de hacerlo. Porque Joon, porque él… sigue sin dejarme dormir…
























6 comentarios:

  1. Nena, enhorabuena por lanzarte por fin con las escenas de sexo, me encanta, de verdad, cada vez te quedan mejor.

    La historia, que sepas cabrita que me acabas de dar un bajón de los gordos por ese final trágico de los dos separados pero al menos quedan los recuerdos, dulces a la par que dolorosos.

    Vale, de verdad, no sé qué más decir porque me quedé chof, pero bueno, supongo que tenía que ser el final así ¿no? ¿Ni un poco de esperanza para el futuro? Sí, lo sé, soy una maldita adicta a los finales felices, redondos y cerrados con siete candados XDDDDDDDDD

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  2. Cabrita...

    son las mil y aquí estoy, entre palote y triste con este final ;_; jajajaja

    JODER niña! eres LA PUTA AMA escribiendo, esto es así! me flipa *_* voy a empezar a leer todo lo q hayas hecho xD

    ay Joon ;_______; madre mía! ufffffffffffffff y ahora me acuesto y qué? NO ME VA A DEJAR DORMIR D: jajajajaja y el final, aunq trágico, ME ENCANTA! porque soy una drama queen y por poco lloro u.u q no ves q soy de lágrima fácil??? xD

    PRECIOSO. Y sigue con el tema sexual que lo haces de coña...on fire! *_*

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  3. Yaish mi pequeña artista de la letra y el dramón, como te gusta hacernos sufrir XDDD
    Vamos un 10 a lo bien que describes... todo... todo TODO XDDD y sin que quede cerdo porque le pones tu toque que hace que quede la cosa más pornotierna del planeta :D
    Sin contar con el final... que toy reglosa y aquí me tienes medio llorando... te gusta vernos sufrir admítelo xDDDDDD.
    Gracias por seguir escribiendo y gracias por dejarme que se lo enseñe a los lectores.
    MUAAAAAAAAAAAKS

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  4. Vale que sepas que yo no soy muy fan de las escenas que son tan gráficamente explícitas, (en general eh), y sinceramente he de decir que aunque aquí las hay, tu manera de escribir me engancha desde el principio, como lo diría, atrapas al lector, de verdad solo se te puede poner un diez. Que sepas que ya estoy buscando más cositas tuyas y que me he enganchado a Perdías (no sabes lo que río con tus partes)y estoy suplicándole a los dioses para que continuéis el fic. GRACIAS por hacerme partícipe y sique así guapa.

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    1. Perdón, quería decir sigue así, estoy tan alterada que ni siquiera he dejado espacios, espero que se entienda lo que pone XDD.

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  5. Es un poco raruno que comente por primera vez en este foto y sea para una escena de sexo, pero tú lo vales, Inma xDDDDDDDDDD

    Bueno, me ha gustado m.u.c.h.o.

    ¿Sinceramente? Me esperaba algo mucho/bastante más light, así que la sorpresa ha sido mayúscula.

    Es muy intenso, pasional, sensual y seductor. Tanto la acción como ambos protagonistas. El misterio que envuelve a la pareja hechiza al lector. Y, chica, el final, está tan bien hecho que borra cualquier regusto amargo que pueda dejar el hecho de que acaben separados.

    Yeah, Inma! #likeaboss

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